Una mujer argentina que venía también en cubierta nos cedió una casa en Barcelona sin pedirnos nada a cambio. Insólito.
Deambulando con ellas por Barna me topé con Miguel, un coro-danzante del grupo folklórico de Eulalio Abollinaire.
Formamos un cuarteto para tocar en la concurrida parada del metro de las ramblas.
Tocábamos solamente un tema:
una rumba de Zíngaro en la menor ( Mira qué camino verdeeeee, mira que cielo tan puroooo) y cuando la talega tenía las monedas suficientes
Miguel el rubio danzante norbense amigo de Francis Vlögh actuaba de cicerone para recorrer el barrio gótico.
Ya en el pueblo y tras atracarse de gazpacho las llevé a conocer al gran poeta visual Antonio Gómez. Ésas eran las prioridades:
1º - Gazpacho y el mundo de los sentidos
2º - Antonio Gómez y la poesía visual
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