Así que allí me planté, no sin cierto nerviosismo evocador al llegar a la fachada del centro que tanto marcó nuesa infancia y del que hemos hablado ya en más de una ocasión en esta “bendita” tábula.
El cabezón está en el jardín de entrada. Lo modeló Eduardo Zancada y la verdad es que es muy fiel a los retratos pintados que desde ninios conocimos en el Cole. Pero, cumplida la tarea, descubrí que había unas competiciones deportivas y la puerta estaba abierta, así que aproveché para asomarme y entruve dentro.
Hacía cienes de años que no había aparecido por allí, y mi primera sor presa fue comprobar que donde estaba la iglesia ahora hay un poli deportivo. ¡Pero qué modelnos! ¿Se han quedado sin capilla? ¿Es que ya no hacen misas? Recuerdo el recinto no tanto por las sufridas misas, sino por los festivales de la canción que se organizaban a fin de curso y donde algunos hicieron (hicimos) nuestros primeros pinitos como músicos y/o cantantes. No pude sacar foto del recinto, así que lo ilustro con esta de la entrada a la Conserjería, que es también rememorativa.
En el pasillo de entrada sigue habiendo marcos colgados con fotografías de promociones que han pasado por allí. En las que pude ver no reconocí a nadie, bien es cierto que el paseo fue muy rápido. La de mi promoción está por lo visto en el despacho del Director con doble marco y en gala nada. Los que entran al despacho se postran ante ella, eso me dijeron.
Había también unas vistas de monumentos de Mérida pintadas por Josán, el mismo que hacía los carteles de las pelis que veíamos en el cine Alcazaba, el María Luisa, el Liceo o el Ponce de León. Seguro que Blaki lo ubica bien. La verdad es que era bueno y los carteles muy convincentes, o al menos lo recuerdo así.
Me acerqué hasta los patios. Tienen unas canastas de baloncesto que no sé si estaban ya en nuestra época. Espacio multiusos, supongo que es ahora.
Lo que sí recuerdo son las fotos que cada dos años o así nos hacíamos en las escaleras, con el profe de turno y de fondo el cuadro gigante de San Juan Bosco, María Auxiliadora o Domingo Savio, según tocara, o bien una estrella hecha con flowers. Croken los primeros tiempos de la tabla Blaki colgó una desas fotos.
Por cierto, que siempre pensé que el Domingo Sabio se escribía con b y aludía a lo listo que era, y resulta que no, quera el apellido. He localizado la foto del cuadro del ninio en el gúguel y me he quedado estupefacto. Menuda imagen. A puntito de ascender a los cielos. Sin comentarios.
Parecerá mentira, pero uno de los sitios de los que mejores recuerdos tengo es este pedazo de pared, que está igual que entonces. Salvaba el desnivel originado por el muro y la rampa que subía hasta los campos de fútbol. Pues bien, la usábamos a modo de frontón, a pesar de que tenía curvas. Ahí, solos, en pareja o incluso a cuatro, estábamos un gran número de recreos dándole a la raqueta y el tiempo pasaba volando.
Las sombras de gonzalos, evelios, sheriffs, silverios, damianes, migueles y otros personajes deambulaban por pasillos, patios y j aulas. Iban de negro o gris, yo al menos no pude percibir colores, pero su a veces atemorizante presencia se difuminaba con los ecos de musiquillas que llegaban desde el antiguo coro de la iglesia. El recuerdo de los cánticos del libro verde, las tabularpas y las modernidades que poco a poco surgían en los festivales ponía la banda sonora a tan peculiar periplancia.
Ya por el centro de Emérida pasé por la antigua peluquería José Antonio, que ahora es una tienda de regalos. Allí acudía puntualmente, cuando tocaba adecentar las guedejas, desde los 12 o 13 años hasta los 18 o 20, cuando ya me asenté definitivamente en Mnorba. Lo que más me impactó es que siguen conservando la pintura mural que pintó Manolo León en los años 60 con una escena de batalla. Un puntazo. He visto ese mural una y otra vez desde chikenlítel, y pedí permiso para que me dejaran fotografiarlo, ante el asombro de la dependienta. Supongo que todos los cavecanos de pro habéis pasado por allí alguna vez, pero ahora queda inmortalizado aquí.
Y fíjense ustedes con qué me topé en las cercanías de la Puerta de la Villa. Un lugar mágico, recuperador de antigüedades artes anales. Deambulando entre las vitrinas descubría un espacio genuino, inconfundible, protagonizado por el insigne emérito de la Cavecania indómita. Maravillas retrospectivas brillaban tras los cristales llamando al espectador para mostrar en su muestrario la maestría del maestro.
Y el propio maestro, afanado en su labor minia turista, ilustra el espacio desde las paredes, melena al viento.
Siguiendo por el casco urbano de Efemérida recuperé también en daguerros otros hitos indestructibles. Entre ellos la Librería Martín, que sigue con el mismo cartel amarillo de hace 20 o 30 años. Allí compraba y encargaba mis libros, esos que hoy rellenan y hasta desbordan estanterías. Nunca supe cómo en tan exiguo espacio podían meter tantas cosas, porque era un guá.
Pero aún más significativa resulta la fachada de los Ultramarinos Zancada, que con sus azulejos de Anís del Mono y Anís Las Cadenas, el león de Domecq, la Ana del chocolate Lloveras y el negro de los chocolates Amatller (Casa fundada en 1800), los jabones Miró y las botellas de Ezcaba. Todos ellos acompañaron nuestras idas y venidas por el Decumanus emérito. Agora es una multitienda con otro rótulo, pero conserva el sabor del azulejo añejo.
Nel inicio de la calle Graciano, que acoge la Alcazaba, se mantiene indemne la Cuchillería Novoa. Taller de afilados en el que cuchillos, navajas, tijeras, paratos de cocina y utensilios varios siguen poblando el escaparate, cuya estructura no ha sido reformada en 40 o 50 años.
Hasta aquí este seudorecorrido seudonostálgico por la seudoprecavecania. Ya sé qués seudorestringido para emeritenses, pero ¿no lo semos todos, allí mehmo o en la seudodistancia?.