Quizá entreviéramos en Carpincho no sólo el tremendo parecido físico con nuestro adorado Paul Warrior – Pablo Guerrero – sino su espíritu combativo desde la tranquilidad y el sosiego.
Íntimo suyo, apresurábale Mike Goliard:
-“¡Incinérame un plajandín * (plajo, cilindrín, pucho, pava), Carpincho!”,sentados en el umbral marmóreo de cá Uribarri.
Unióse definitivamente al grupúsculo de bañistas pro-empelotamiento global en el Pico la Muralla.
Carpincho ya formaba parte desde chikenino de la Panda del Chamizo donde cantaban gospel.
Cabalgaba a horcajadas de una Vespino blanca del 68 con el faro redondo calle A. Pacheco abajo hasta la esquina de Oswaldo con unas luengas guedejas rubias gritándome a los cuatro vientos:
-“¡Cabezón, cabezón…!”
Y yo sonrojaba con mi vespino roja con faro rectangular ante mis vecinitas.
Mientras… la canícula en los forúnculos hacívida extrávagos.
Lo reté a duelo vespinal y poco a poco nos hicimos inseparables pilotos de los tórridos veranos en charca y Guadiana.
Cantando desde los muros árabes en veladas a las cuales también asistía Fidel Priest con travesera o guitamarra.
Una noche aparecieron por las verdes orillas del río unos trotamundos italianos que tocaban saxos de madera ensamblaban piezas cónicas y aquello sonaba como Coltrane.
Nuestros oídos sedados de cerveza, tortilla y aceitunas machadas escuchaban las aventuras gaditanas de Carpincho como aquélla del mendigo que tuvieron hospedados y que modelaba el paté antes de digerirlo por latas de ¼ kilo.
Le prometí recientemente a Carpincho que si escribía algo aquí le buscaría en el archivo su cartel del Boniato pendenciero.
Retenido entre otros legajos en carpetas marrones de esos maravillosos años lo adjunto para mayor gloria, regocijo y bonhomía de éste entrañable y angular personaje cavecamionero.
Íntimo suyo, apresurábale Mike Goliard:
-“¡Incinérame un plajandín * (plajo, cilindrín, pucho, pava), Carpincho!”,sentados en el umbral marmóreo de cá Uribarri.
Unióse definitivamente al grupúsculo de bañistas pro-empelotamiento global en el Pico la Muralla.
Carpincho ya formaba parte desde chikenino de la Panda del Chamizo donde cantaban gospel.
Cabalgaba a horcajadas de una Vespino blanca del 68 con el faro redondo calle A. Pacheco abajo hasta la esquina de Oswaldo con unas luengas guedejas rubias gritándome a los cuatro vientos:
-“¡Cabezón, cabezón…!”
Y yo sonrojaba con mi vespino roja con faro rectangular ante mis vecinitas.
Mientras… la canícula en los forúnculos hacívida extrávagos.
Lo reté a duelo vespinal y poco a poco nos hicimos inseparables pilotos de los tórridos veranos en charca y Guadiana.
Cantando desde los muros árabes en veladas a las cuales también asistía Fidel Priest con travesera o guitamarra.
Una noche aparecieron por las verdes orillas del río unos trotamundos italianos que tocaban saxos de madera ensamblaban piezas cónicas y aquello sonaba como Coltrane.
Nuestros oídos sedados de cerveza, tortilla y aceitunas machadas escuchaban las aventuras gaditanas de Carpincho como aquélla del mendigo que tuvieron hospedados y que modelaba el paté antes de digerirlo por latas de ¼ kilo.
Le prometí recientemente a Carpincho que si escribía algo aquí le buscaría en el archivo su cartel del Boniato pendenciero.
Retenido entre otros legajos en carpetas marrones de esos maravillosos años lo adjunto para mayor gloria, regocijo y bonhomía de éste entrañable y angular personaje cavecamionero.
P.D. Este cartel es un documento desclasificado precavecanero recogido erróneamente del maremagnum marillaco y cuya propiedad y costudia devuelvo a Carpincho tras más de 5 lustros de ilustrada y lustrosa usucapión indebida.
Al Carpincho lo que es del Carpincho.
Si alguna vez leyeras esto, amatísimo Carp y quieres recontarnos y recordarnos tus avatares gaditanos respecto al visitante fraguás-man seremos todo orejas.
¡¡¡Cuéntanoslo otra vez, Carp...!!!
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