Encontrábame en el piso de Lola, en Soraipan Doctor (era vecina de Piotr Camporramovich) cuando penetraron, muy alborotadas, dos británicas que vivían con ella: Sophia, de origen polaco, y Olibria, galesa. De inmediato indagué, con la precisión léxica que me caracteriza:
-Coño pasa
-Un golpei d’estadou, manifestaron, en su español diptongado
- Ande? Ninglaterra?, intereséme
. Nou, aquee!.
Deserté apresurado aquel lugar para reunirme con mis compañeros de la calle Godoy. Hallélos en la que era nuestra habitación de estudio, con el Humanes vociferando que urgía ganar la frontera, dado que, en Grândola, no vacilarían en acogernos. Yo, inquietábame ante la certeza de que, si ganaban, cerrarían El Papus.
Pasuvimos la noche rodeando un transistor, que, poco a poco, nos iba tranquilizando, con su “tranquilo, Jordi” y demás.
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