Estos días de atrás, recibí un Power Point, de esos que pululan por los correos electrónicos. Había muchas fotos de atardeceres lánguidos. Sobrescritas, frases de Confucio, Lao Tsé, Khalil Coelho y Rabindranath Hesse. Se me exhortaba a olvidar el pasado, con el pretexto de que, para ser feliz, había que hacerle sitio al futuro. Pues no me da la gana. Que olvide otro. Y si no, que me lo recuerde alguien.
Recuerdo de la época Godoyana. Momento para mí penoso: un burócrata me dice que no me han renovado la beca. La ecuación era sencilla: sin beca, me tenía que ir a mi casa. Lo cuento en el piso y Moisés me tiende una mano así de grande: me paga los estudios. Días después, el asunto se soluciona gracias a la intervención de otro burócrata menos cuadriculado. Cuento a mi padre lo de Moisés y me dice: “Eso no lo tienes que olvidar nunca”. Prefiero hacer caso a mi padre que al del Power Point.
Aparte. El plano Marillaico está a punto de llegar. No os impacientéis. También he intentado obtener plano de Godoy, pero plantea serios problemas (esto es confidencial): los planos de ese piso se los ha llevado la CIA. Parece ser que utilizan la estructura en Abú Graib y en Guantánamo para lograr confesiones de los más recalcitrantes. Amnistía Internacional me apoyará, probablemente.
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