lunes, 6 de octubre de 2008

Minutos Musicales III. Aguaviva. Más piezas para una banda sonora.


Me faltan oohs de admiración ante la calidad e importancia de las últimas incorporaciones, y espero nuevas entregas. Veo también que la música sigue abriéndose camino ante la noticia del macroconcierto que nuestro ínclito Paco Blog dará con su grupo allende los mares. Así que aprovecho el resquicio para retomar mis tonteriítas musiqueras.
En los Minutos musicales II comentaba el término descarga, que aparece en un disco del nuevotrovero Augusto Blanca y que definía bien nuestras veladas musicales. El equivalente a esas descargas figura entre mis mejores recuerdos de esa etapa juvenil. Cuánto tiempo libre, ahora imposible, y qué bien empleado en disfrutar y compartir. En Mérida en el antiguo Hospital, en los alrededores del Instituto Santulalia, en el Parque del Parador, y luego en Cáceres cualquier rincón de la parte antigua. Inolvidable alguna jornada nocturna en la terraza lateral de la plaza de San Jorge, o en San Mateo.
Cantando por supuesto a Silvio y Pablo, que eran la especialidad de la casa, también Hilario Camacho, algo de Pablo Guerrero (“Emigrante” o aquella de “Por debajo del agua te busco el pelo, por debajo del agua, pero no llego…”), en realidad cabía de todo, y como ya ha señalado Paco, hasta rumbeando de forma irrespetuosa incluso lo más intocable.
De los cubanos estoy hablando mucho y no me quiero poner plasta, por eso traigo a colación otro de los puntos fuertes del repertorio y que creo que hasta ahora no había salido. Me refiero a los Aguaviva, y en particular el disco “La casa de San Jamás”, con ese comienzo country medio cantado y medio hablado con voz de chicle que era toda una proclama surrealista.
Estaba la “Canción de la que no quería mentir”, a partir de un poema de Gloria Fuertes recitado por ella misma con su inconfundible voz, y con un soniquete pegadizo largamente repetido: lereleleile leirelé.
Me gustaba “La canción del pescador”, porque en ella me atrevía a meter (bajito) la voz alta con cierta aquiescencia por vuestra parte, cosa insólita por otra parte. Caso curioso el de esta canción. Mi querida costilla me dijo que en el colegio cacereño de las carmelitas a mediados o fines de los 70 la tenían como canción de iglesia, y es descacharrante, pues era un tema de lo más ácrata: “Tengo las redes llenas, manos vacías, las redes son del amo, las manos mías (…) ¿Cuándo será la tierra tuya en tus manos, tuya la barca y las redes…?” Las monjitas sin duda no se enteraron de nada.
Hubo también un largo período en el que en cualquier reunión (descarga) que se preciara no podía faltar “El niño que quería ir la luna”, con ese “quieeeero maaaadre” a 17 voces, pues las variantes sobre ese estribillo eran interminables. Era increíble, se le podían meter todo tipo de escalas y florituras y lo aguantaba bien. No quiero pecar de exagerado, pero una tarde estuvimos dieciseis horas y media cantando quieromadres. Bueno, a lo mejor sí he exagerado un poco y no fueron más de quince.

No hay comentarios: