En los últimos años y en mi ámbito académico he contado y publicado algunas cosas que desmitifican un tanto el mundillo de la escultura y el arte en que me suelo mover. Hay que reírse de uno mismo y del oficio de vez en cuando.
En esa línea, rastreando por ahí hace unos años, pude recuperar la obra de un escultor gallego, de Santiago, no demasiado conocido, llamado Francisco Vázquez Díaz, pero que firmaba con el apodo de Compostela. Era un tipo brillante y simpático, dedicado sobre todo a la escultura animalista, lo cual no es demasiado habitual.
Siendo joven y buscando notoriedad se dio a conocer en 1927 exponiendo sus tallas de animales en las escaleras del Congreso, entre los leones de las Cortes. El desalojo de la policía y el escándalo que montó le proporcionaron la relevancia periodística que buscaba. Tallaba todo tipo de animales, a cual más exótico, y encontró una veta simpática al inferirles caracteres humanos. Surgió así una primera serie de pingüinos (Pingüino monja, Pingüino abad, Pingüino académico…) que le proporcionaron cierta fama, aunque no mucha consideración en los círculos serios.
Con la guerra se exilió a Puerto Rico y sería hacia mediados de los años setenta cuando hizo una segunda serie de Pingüinos que seguían satirizando actitudes humanas. Pues bien, con carácter premonitorio pude detectar la presencia entre sus tallas de un grupo musical probablemente inspirado, a causa de una extraña perturbación espacio temporal, en unos tales Cave Canem que deambularon por tierras hispanolusitanas.
Reconózcase cada uno de los Cave Canem en los distintos personajes. Por mi parte identifico, inconfundible, la presencia al violín del gran Pingüirroso. En el grupo superior me parece adivinar a la guitarra a un inspirado Paco Pingüino y en el extremo derecho al gran percusionista Pingüidiña dándole a los timbales con denuedo.
En un aparte puede verse al recitante de interludios Mowsespenguin ensayando enfático antes de su intervención.
P. D.: Añado por su oportunidad un término procedente del Diccionario de Coll (Editorial Planeta, 1975):
“¡Ningüino!”: Exclamación del cazador de pingüinos, cuando llega y no encuentra ni uno solo.
“¡Ningüino!”: Exclamación del cazador de pingüinos, cuando llega y no encuentra ni uno solo.
2 comentarios:
Grand Mosesba San gurú dell´Arte..!!
Las cuatro próximas intros van a ser de contenido animalístico.
Brava esa labor recopilatoria como un J.S. Bach redivivo en pos de la elevación y levitación cavecatedrática, como tu colega Nuña, a la cual pido encarecidamente beses su zarpa.
Estuve ayer en Lourdes y puedo asegurar que los pingüinos monja existen. Se ven a centenares camino de la Grotte. También hay curas preconciliares con sotana y espantaaputas, gente a caballo, eremitas vestidos como Simón del desierto ... en fin, vaya fauna. Eso sí, el agua de Lourdes estupenda. Y el vino, aún mejor.
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