Otro coche mítico es el 600 descapotable de Pedro. Testigo silente de historias de amor, su entrada en las gasolineras aterrorizaba a los más curtidos empleados. La razón era que, faltos de peculio, lo máximo que conseguíamos reunir (se hacía una colecta) para cargar combustible eran diez duros. El expendedor concernido había de tener un tacto de cirujano para no rebasar esa cantidad de líquido.
Javi, el Helmántico, que había sido conductor de rallyes, alcanzaba a frenar este ecológico vehículo tan exigua distancia de la pared que los ocupantes exclamaban resignadamente: “Nos la dimos”.
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