Llevaba varios meses royendo la idea, madurándula y dándole
figuración y pautadas premisas.
El Litogrifo, textualmente, es la plasmación pétrea ,
quasi-fósil de un mito cavecano.
Ésta es su
intrahistoria.
Habría que remontarse a más de una docena de mnavegâmçias
para que ocurriera el hecho referencial y fundacional de la nueva manifestación
artística que ahora investigamos e investimos de un halo mágico.
Al tocar costa en las corrientes ánicas de la Fuente del
Gozne, intenté aproximar la nao escorándola por babor, como acostumbro, para que sea la mano
izquierda quien pince cualquier asidero
para asegurar la evacuación.
Un enorme canto rodado del tamaño de un balón de básquet
chocaba con el casco impidiendo la maniobra.
No hubo más tutía que mojarse los pinreles tras múltiples intentos de sustraerla de
profundis, pues su peso y su textura refaliza, sin puntos de apoyo externos,
hacían vano el intento.
Una vez amarrada la embarcación intereséme por el pedrusco,
que extraí de la orilla no sin dificultad.
Comtemplé sus bellas redondeces, su compacidad, los colores pelanganares de la pátina de los
años.
Generalmente, mi vista se clava en la vicción del paso del
torrente entre los pequeños guijarros, auscultando la presencia del vil metal
en la polvorilla mineral, cribando cada miligramo en un constante ir y venir de
fotogramas cambiantes.
Ahora era la masa pétrea misma, su condensación molecular y
su pulida dermis lo que tan poderosamente me imantaba.
Mas devino el sacrilegio.
Tras zamparme el escaso excmo. Avituallamiento inicié los
preparativos del descenso canoístico pal pueblo.
De manera inconsciente así la hermosa piedra resbaladiza y
la lancé a un pedregal que tras el desborde ridal del mes pasado se había
formado anónde otrora yerguíase la acacia de tres espinos centenaria, que agora
vagará por el océano.
Un sonoro chasquido, afinado en 4,43 megahertzios dio paso a
una partición de bloque en dos mitades perfectas, simétricas, no ya hechas con
tiroliñas sino superando a la más afilada radial.
Contemplé cada una de las partes.
El Lorenzo novembrino, muy apagado y nibúlico, dejaba
entrever los haces de luz de las miles de partículas minerales en una
conjunción de lentejuelas y candilejas nanomoleculares.
Maravillado ante visión tamaña, ante el lienzo mineral no
dejaba de sentir cierta pena, abatimiento, remordimiento por haber destruido la
compacidad del bloque arcano.
¿Cuántos millones de años se necesitaron para su formación?
¿Consolaba el hecho de saber que en el lecho ridal y en sus
enredeores hubieran miles de rollos similares?
Súbitamente ocurrióseme portearla a la nao, depositarla en
el tambucho de popa y trasladarla a Palangar del Sitj, mas su peso y tamaño lo
hacían impracticable so pena de naufragio.
Era más sencillo traer en la mnav. Siguiente el papel
artesano, tintas calcográficas, tarlatanas, etc. Y realizar in situ la impronta
gráfica de la superficie mineral.
Ahí nace el concepto de Litogrifo y su sentido pristino protomartiral.
Diferencias sustanciales entre el Siñograma y el Litogrifo
de B. Barrowghs:
Si al SIÑOGRAMA ( 3333 siñogramas) lo catalogamos como la imagen pictogramática
cerebral de un hecho real o ficticio, automática o calculada, realizada
generalmente en dina 4 en soporte rectangular, ajustándose a los parámetros del
scanner cuya imagen nace de la propia inexistencia de daguerro, de la necesidad de visualizar el tas de un acontecer cavecano,
de un viaje, un encuentro, una mnav, en suma.
El concepto de LITOGRIFO ( 2222) se amplía y desarrolla desde su
primigenio carácter mineral a derivaciones
naturales o industriales.
La estampa que impresiona el Litogrifo la gesta el pigmento
estampado via fricción, martilleado, abrasión, entamponado de los diversos
materiales, derivando éstos desde el capricho natural en roca hasta planchas
metálicas y no tan nuevos materiales como la madera, policarbonatos, plásticos
, cauchos y gomas vulcanizadas.
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