Escrito en sucio - Lámina XXXIII: Toronão

Al despegarme del abrazo de Riano, abracé el catre suspirando por ése momento arrémphico
recién vivido, aún caliente, que rellenaba la oquedad dejada por su ausencia.
No mediaron palabras algunas, de sólo balbuceos cabría dizer, en esos cortos e interminentes achuchones.
Con la substancia gris repartiendo por los millares de canales de la Tabla la recolocación de la Nova Subsede de la Biblioteca Cavecana próxima, como a tres yardas, de la preciosa de Oporto, amanecí.
La visita al hermano Frëy Andrôx Dominicus de Iquique, misionero seglar al que creíamos devorado por jaguares en el Matto Grosso, tuvo lugar nada más desayunar frugalmente
un mendrugo de pan con paté de sardinhas.
Llamé balanceando los postigos de hierro en forma de higas. El tintinabulum o campanillo con badajos fálicos produjo una azarosa melodía.
El viejo juglar - seglar, alma de Iquique era de carne y hueso de nuevo, y no poliéster madelmánico.
Observé que sus ojos grises escrutaban continuamente el horizonte, como a la espera de una conjunción planetaria o un eclipse. Sus ojos grises, corroboré, siempre apuntaban a noroeste.
Nada más mentarle la Iquiquidad aseguró custodiaba un lata conteniendo no una, sino mil y un iconos de la ya mítica representación en The Listi, tras lo cual unos retortujónes y shocks luminosos recorrieron mis vísceras.
Insistíle que las conservara al vacío como oro en Paño, Paño, Paño.
Reliquias sagradas de una gestación anular troncocónica en espiral, tirabuzón o ADN que como hijos pródigos a su sitio han de voltar.


De Escrito en sucio - Sher Vleyddïh of Caviar Caspiam - Op. cit. pags. 32-33