martes, 30 de septiembre de 2008

De "Crónica de las guerras barcialeas"


 

... si bien para llegar de nuevo al cauce del río Barcial, habríamos de atravesar la Cavecania, tierra inexplorada por los Grágidos.

Hacia el anochecer del cuarto día, arribamos a un paraje habitado. Yarfoz, el hidráulico, informó que aquello que parecía lago era en realidad el agua retenida por una presa, tal vez para uso agrícola. Instalamos nuestro campamento con la intención de pernoctar y, de este modo, conocer un poco las costumbres de los cavecanos, dado que por allí pululaban muchos de ellos.

Constituyen los cavecanos un pueblo, cuando menos, curioso: entre ellos no parece haber adultos, o bien éstos no se mezclan con los jóvenes. En un principio, pensamos que los había a centenares, mas luego descubrimos que tenían la fastidiosa costumbre de designarse por varios nombres diferentes. Así, Mendoza, Pollino, Bubillo, Traque, Pedro, Francis, Paco, Blas, Barrero, Vicente, Masegosa, Migue, Galeno, Campurriano, Jose, Serván, Del Hígado, Gafardo, Fernando, etc, resultaron ser tan sólo tres o cuatro individuos diferenciados. Ese Fernando debía de ser el jefe, u ostentar un alto cargo, puesto que, a veces, lo denominaban el Zar Digna.

Alojábanse en tiendas, aunque se mantenían en el exterior la mayor parte del tiempo. Se sentaban en el suelo para cantar acompañados por el tañido de unos instrumentos semejantes a la vihuela. También gustaban de referir anécdotas: alguien relató que varios de ellos, los llamados Blaki, Cabezón, Barroso y Blas, habían huido tras el destrozo de un recipiente de los utilizados para hacer sus abluciones. Cada narración era seguida de estruendosas carcajadas.

En un momento dado, el llamado Pollino o Bollino profirió la incomprensible frase:”John Polorta is Tony Polero”, en alusión a otro de los vertebrados. El aludido enojóse sobremanera y, a partir de ahí, comportóse como asiática en borceguí para con buena parte de los presentes.

Más tarde, desde el interior de una de las tiendas, escuchamos la voz del llamado Mendoza, que requería “Sujétame las gafas”, primero, para posteriormente exigir “Vamos afuera!!!”.  Siguió un murmullo confuso.

Aún más tarde, escucháronse baladros desaforados e ininteligibles. Dos de los cavecanos salieron y se encaminaron a una zona alejada de las tiendas. Los disuadió un grito del llamado Barrero: “Por ahí no, que hay cepos!!!!”

 

Así aparece la historia en “Crónica de las guerras barcialeas”. El editor no está seguro de su autoría: el estilo es mucho más rústico que el de Ogai el Viejo y tampoco puede ser Yarfoz, puesto que aparece citado. Me ha costado muchísimo trabajo que me diera estos papeles. Es más, sólo accedió cuando le mostré un bate de béisbol.

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