jueves, 9 de octubre de 2008

El placer de descubrir los acordes. Anales seguntinos. Los safos.

Tengo guardados en la memoria los primeros momentos en que sentí una conmoción audio-sensitiva al conocer e hilar acordes nuevos como monje en convento que descubre cuartas, séptimas, novenas...
Subiendo por la calle Holguín después de una clase con Perick Olyonn en la que nos había enseñado un tema de su propia cosecha. La tituló “Las aguas caen por el regacho”, en contraposición a la del maestro Paco “Entre dos aguas”, tan en boga illo tempore. Empezaba en una suerte de Fa# en triada alta bajando en tresillos casi cromáticos hasta recorrer todo el mástil emulando sonidos ribereños. En este caso, regachos, que entiendo como regato, es decir, el hilo de agua que atravesaba la Cavecania en la noche de los culos blancos.
Y la siguiente, que es la que ahora me ocupa, fue en Sigüenza, la Ciudad del Doncel, Guadalajara, a la que desde ahora llamaré Terra Al-Khârida, para abreviar si cabe.
Mi primo Fernando, a partir de ya Krauss, y el que suscribe fuimos allí enviados por nuestras familias respectivas a un evento profesional de nuestro tio – me parece que inauguraba una clínica.
Todo el pueblo estaba en fiestas. En la verbena de la plaza sonaba la orquesta interpretando la de:
Adios Linda Candy
Je te ecriréee…
Lávión…
Quitanmene hast,Inglateeeeeeeerra..!

Teníamos la tira de primas, de todas las edades y sus amigas respectivas.
Bailamos hasta el disloque y bebí mi primera sangría.
Totáaa…. que tras la verbena nos fuimos toda la panda hasta una discoteca que estaba en un molino.
En pleno bailoteo de una de Tony Manero las miradas como puñales de los mozos del pueblo a mi primo y mi
helaban la estancia.
Yo me preguntaba porqué esa manía repentina contra nosotros se había apoderado de ellos.
Obvié las miradas y salté a la pista travolteando pizpireto.
No más di los seis primeros pasos y un lugareño bailón se empotró de un salto junto a mí haciendo con las manos el rictus de tocar la guitarra en plan jebi.
Sin poder reaccionar a lo Steve Vai o Satriani a su velocidad mímica le grité en pleno alborozo danzarín:
- ¡¡Hey, chachio, que tienes una cuerda desafináaaaaäa####...!!
Hubo un silencio absoluto, una mirada irritada y siete felinos lanzados sobre mi. Rasgáronme las vestiduras de tal modo que quedé como un cavecano neolítico refregado de cardos carnívoros.
El único que me socorrió fue mi primo Krauss que se lió a mamporrazos con tó bicho viviente.
Salimos por piernas del molino como alma que lleva el Diábolo Chiapucci, entre gritos, amenazas e insultos de los tios del pueblo.
Nos gritaban:
-“¡¡¡Safos, safos, que os vamos a rajar vivos…!!!”, pronunciando bien las erres y las eses, pues eran macarrones, pero hablaban fino.
Otros vituperaban:
-“Ya os cojeremos, Safos de mieeeerdaaa..!”
Para mí que Safo venía a significar algo así como lesbiano, pero en finolis macarrón.
Nanai de la China. Nos lo explicaron las primas:
Safo venía a ser el interno del Colegio de la Sagrada Familia, por regla general rico y golferas y en teoría por el que suspiraban las niñas bien del pueblo. Los naturales los odiaban pues el ideal de las chicas de Al-Khärrida era casarse con un safo.
Para mi que ellos no se dieron cuenta del error y nos tomaron por tales ya que al dia siguiente en el autobús saliendo del pueblo nos tendieron una celada dilapidando al vehículo rodado y poniéndole latas atadas como en los cuentos de Mortadela despidiéndonos entre auillidos:
-¡¡¡Sáaaafos, saaaafos, largáos de aquíiiiíííí…!!!, al tiempo que los obuses pétreos impactaban en el cristal de popa.
Nosotros, Kraw and me, con la misma mímica con la que se inició el fregao le obsequiamos con innumerables cortes de mangas.

La Tellesa paró en Chamartín, donde se apeó mi primo. Seguro que cojí otra teyesa, no macuerdo.
Enfilando pa Emerita Angustias. Cogí la guitamarra y a la altura de Miravete rememoré con gran gozo y alephismo los acordes que había aprendido de alguna de mis primas, que si bien no eran Segovias ni Yepas, ni Safas…ja,ja,ja, tocaban al estilo de esas mujeres altas, canas, maduras, de negro riguroso- que tocaban la guitarra de bossa como la madre que las parió, parecía que estaban mecanografiando, qué control, mientras que cantaban con esa vocecilla al estilo Astrud-Gilbertano y que conocí posteriormente en San Raphael, San Michelle, La Camargue…como clones unas de otras en las terrazas.
Maravilloso traerse de Al-Khârrida esa miel de acordes y armonías tales como
Voce abusou, Aguas de Marzo u otras similares que tanto juego nos darían en esas sumas y sigues parciales de poliacordaturas.


Toda esta película de Super 8 para rememorar a Primo Kraw, del que daremos más cuenta en futuros episodios ( Espiritualismo bodeguil, Dos hombres y un vespino, u otros).

Por si alguno no se lo cree, que consulte en los archivos de la fundación de mi tio:


http://www.gomez-gordo.org/

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