miércoles, 29 de octubre de 2008

Cineclures

A decir verdad, no son numerosos mis recuerdos sobre cine. Sin embargo, sí que recuerdo el cine-club que montamos en el Santulalia. Fue iniciativa nuestra, pero sin el apoyo de Pepe Raya no creo que hubiéramos llegado a nada. Proyectábamos las pelis en un salón de actos (tampoco me acuerdo de donde estaba) en el que hacía un frío que se pelaba el rabo. Cobrábamos entrada, he, he, he, porque con las perras pensábamos hacer un viaje de fin de curso. “El espíritu de la colmena” supuso un fiasco: la sala estaba, por primera vez, llena, pero, cuando sacamos los rollos, vimos que nos habían mandado otra (puede que “El verdugo” o “El pisito”). Pusimos la de Victor Erice la semana siguiente (la vi con Elo), pero la sala no volvió a llenarse



Al cine-club de la facu asistí en no pocas ocasiones, pero he de reconocer que había algo que me molestaba profundamente: siempre había que decir que la película te había gustado MUCHO. Volví a pensar en ello cuando leí, en un libro de Daniel Pennac (“Comme un roman”) los derechos imprescriptibles del lector, que se pueden aplicar a cualquier obra de arte. El número diez es “el derecho a callarnos” y aquello era imposible, siempre había que hablar (y bien). En alguna ocasión apliqué, avant la lettre, el número tres: el derecho a no terminar un libro: nadie lo supo jamás, pero ahora confieso que, aprovechando que me encontraba al lado de la puerta, me salí de “Querelle” de Fassbinder. Y eso que era, tal vez, la película favorita de Ana González Salvador. Una vez me preguntó y le dije, arteramente, que no la había visto.  Comprenderéis que bastante tenía yo con intentar hacerle olvidar nuestra pasada vecindad como para encima decirle que el filme me había parecido un coñazo. 

De todos modos, no os preocupéis por Hanna. Yo creo que si no intentó meternos en la cárcel en el 81, tampoco lo va a hacer ahora. Salúdala de mi parte, si la ves, Mow, aunque no creo que se acuerde.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No sólo es cierto, sino que además, es verdad. Claro, era Pepe Raya el que estaba detrás de la iniciativa cinéfila santulialiense, aunque los pases no se hicieron allí, y, efectivamente, de sacar pelas, poco. Alquilar los flimes costaba un pastón y no sé si dio para cubrir gastos. Como va siendo habitual, las neuronas se estimulan mutuamente (ahaa, uuhm) y unos recuerdos hacen aflorar otros...