lunes, 11 de agosto de 2008

Fermín


 

En el piso de santa Luisa de Marillac teníamos un gato. Lo había encontrado, medio muerto, Antonio. Medio muerto el gato, no Antonio. Emprendimos con ardor la tarea de ponerle un nombre, si bien finalmente no fue necesario: era evidente que se llamaba Fermín.

Se integró rápidamente al mogollón cavecanetidiano, tolerando, sin mayores alharacas, la falta de alimentos, visitando a los vecinos de balcón (para mi desgracia, una profesora mía), paseando grácilmente sobre los apuntes de todo aquel que osara estudiar, en fin, uno más.

Estuvo a punto de caer en desgracia el día que decidió mearse en una planta que cuidábamos amorosamente. Los restos de la planta fueron incinerados y el incidente, enterrado.


En el afoto, de izquierda a derecha: Javier Ruibal, Paco Pollino, (obsérvese la mano que ciñe el talle de) María José Hernández, Carmen París y el inconmensurable Alberto Artigas.

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