domingo, 28 de febrero de 2010
domingo, 21 de febrero de 2010
Dúo con Lowla
(Subo esto a sabiendas de que me falta muchísimo por commentar paí abajo, pero ya llegará mi hora)
Viernes tarde
Receso en la árduda tareda de corriggiación múltiple de imperdonables errores cometidos en lengua gabaccia por un buen número de aprendientes.
¿Razón? Hayla: inminente boholo con Lowla.
Desechada la posibilidad de temas cisalpinos, retornamos a los orígenes: Piaf y Brasil.
Una de las piezas, en el ensadior: Plus bleu que le bleu de tes yeux
Obsérvese la impolutez del bianco canapé de Lowla, cudias manos aparecen a la izquierda, al prinicipio de la grabação.
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jueves, 18 de febrero de 2010
miércoles, 17 de febrero de 2010
Andanzas y remembranzas carnavalescas. Y III.
Cierro por fin la trilogía carnavalesca comentando otros tres disfraces con los que me lo pasé bomba durante los años gloriosos del Carnaval emérito-norbense.
Tras conocer en primera línea el ambiente moruno de una ciudad como Ceuta (aunque era algo también habitual en nuestras calles), decidí un año sacar un disfraz de moro, de los “paisa”, que andaban vendiendo cosas por la calle. Las babuchas y la chilaba eran auténticas, compradas en Ceuta, (aunque de las normalitas, sin el oropel y lujo de la que luce últimamente nuestro ñigoñiguista almaridí), con careta completa muy oportuna: un tipo con cara sonriente, caricaturesco y con el pelo muy rizado. Iba por ahí imitando los los soniquetes habituales, del tipo: “Paisa, vendo barato, barato, para tú”. Colgada del cuello llevaba una caja grande tipo bandeja, repleta de los objetos más inverosímiles. Y es que tenía de todo. Había relojes antiguos y un despertador; gafas de plástico; cartillas y calendarios de propaganda, por supuesto de otros años; bolígrafos, gastados o no; mecheros y cerillas; una perilla-interruptor, que vendí por diez duros de entonces a una embarazada para “dar a luz”. También tenía muchos puros de los de las bodas que estaban sin usar; uno se lo cambié por una invitación a un cubata a un tipo que iba disfrazado de Fidel Castro pero no llevaba habano, sólo un cigarrillo, porque lo había perdido. Tras abroncarle debidamente, le ofrecí la solución y vio el cielo abierto. El cubata gratuito me supo a gloria. De todas formas, casi todo el material era vendido realmente o intercambiado por invitaciones, así que la noche cundió mucho y fue un disfraz de lo más rentable. Creo que no llegué a gastarme ni un duro.
Me curré mucho un disfraz de Carlos Jesús-Micael. Personaje inefable, espectacular, un bombazo mediático en aquella época. Creo que lo descubrió Cárdenas, un reportero que intervenía en un programa de humor, o no sé ya si era Crónicas Marcianas (puede), y que ahora sigue en la radio por las mañanas con un programa propio. Doy algunos datos por si algunos tiernos infantes, como Habbo, no lo conocen. El tal Carlos Jesús era un pirado con una jeta impresionante, que decía que tenía poderes curativos porque lo habían raptado unos extraterrestres y lo habían llevado al planeta Raticulín. Anunciaba la venida de los marcianos y comentaba que le habían incrustado un microchip en el celebro. Las descripciones de los extraterrestres y las cosas que comentaba eran tan inverosímiles que resultaban desternillantes, y tendría su gracia si no fuera porque el tipo se dedicaba a timar a inocentes incultos con sus movidas, desde un garito que se había montado en algún sitio de Andalucía. Bueno, pues aquellas pequeñas intervenciones o reportajes que el tal Cárdenas ponía por la tele las grabé en vídeo y ensayé en casa los alucinantes parrafillos hasta conseguir clavar la voz, los gestos y la expresión. Me fabriqué una túnica violeta como la de la foto, en la que además cosí el nombre de Micael con cordón dorado. El tipo tenía una voz nasal o gangosa muy peculiar, y el momento estrella era la transformación de Carlos Jesús en Micael, que se producía tras algunos soplidos y que consistía básicamente en poner voz finita (como Blaki cuando se disfrazada de Bítel sólo peinándose para delante). Pero aparte de la imitación, hice unas octavillas con dibujos, textos, oraciones y loas a los raticulianos, etc., que repartía y comentaba entre el personal conocido.
Mi última salida fue en un entierro de la sardina, en Cáceres. Para ilustrarla he tenido de nuevo que recurrir a un montaje en paralelo con afotos de Internet, porque no era fácil. A ver, entre unas cien personas vestidas de negro, por el luto del entierro, yo iba vestido de riguroso blanco. Pero enterito. Llevaba camisa blanca, chaqueta blanca, pantalones grisclarocasiblancos, guantes blancos, zapatos grisáceos, pero… eso sí, una careta completa de negro zumbón, tipo ugandés o senegalés, un poco más realista que la de la foto, pero en esa línea. Claro está, se me veía a dos kilómetros y fue un puntazo. Pegado a la espalda llevaba un cartelito que decía: “Aunque no lo parezca, yo también voy de negro”, y colgado en el pecho llevaba otro cartel donde ponía: “A mí me dijeron que a esto había que venir de negro”. En el periódico “Hoy” apareció una foto mía en medio de la gente (y no miento, aún la tengo, y si la encontrase la pondría), con un pie de foto que decía: “Y vino de negro”.
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lunes, 15 de febrero de 2010
Andanzas y remembranzas carnavalescas. II.
Decía Blaki en los comments de la anterior entrada que le llamaba la atención lo currado de los personajes en mis disfraces. Y es verdad, era lo que más me gustaba en Carnaval y como mejor me lo pasaba. Pero no siempre pudo ser así. Otros disfraces eran más de supervivencia y no llevaban un plan preconcebido para “actuar”. Permitían salir más de un día sin repetir el “tipo”, para no quemarlo, o eran más para el día del desfile.
Es por eso que un año salí de Ruso, en plan Omar Shariff en Dr. Zhivago, y reconozco que era muy convencional y no funcionó muy bien; quizás por eso sería otra noche, en que iba de viejo libidinoso, cuando realmente ligué como un cosaco.
Otra vez, aunque por poco tiempo, porque no había mucho ambiente, salí de Trampero de Connecticut, como los de la canción del Gran Wyoming, pero con careta de indio. La imagen con madelmanes que incorporo permite hacerse una idea y es un nuevo homenaje a los actores vladimirales. (Vladimiral sería un buen nombre para un medicamento).
En un desfile emérito muy en los inicios fui un día de Ducha. Llevaba un alambre circular sobre los hombros y de él colgaba una tela de ducha que me cubría hasta los pies. Por detrás otro alambre vertical sujetaba el tubo y el teléfono por encima de la cabeza. Y para más INRI llevaba unas gafas de buceo, por la cosa de que se me reconociera menos, y un gorro de baño en la cabeza. Ha sido difícil encontrar alguna imagen que dé una idea, porque obviamente las fotos reales, que las hay, no me atrevo a ponerlas. Había que verlo.
También fui una tarde de canasta de baloncesto. Bueno, en realidad era un mix. Yo iba con un chandall y zapatillas de deporte, y la consabida careta; pero llevaba colgada de los hombros, por delante, una tabla pequeña con una canasta, tamaño casi reglamentario, que tenía en el patio de casa para jugar. Por supuesto iba con el balón y la gente me lo tiraba para encestar. De conseguirlo, a algunas les daba un premio. Pero era algo peligroso, porque siempre había quien tiraba demasiado fuerte y hubo más de un golpe bajo, así que reduje las posibilidades de marcar. Como en el caso anterior, las imágenes no pueden sino ilustrar por partes la parida.
Más elaborado, y en la línea que me gusta, estuvo el disfraz de Moisés que saqué un año. Venía a ser una evolución del Savonarola anterior, por cuanto parte del atrezzo era reaprovechado (léase el zurrón con el librito de la Biblia, el flagelo y la cruz con el madelman). Pero el “tipo” era nuevo y de lo más oportuno, ahora explico el porqué. La iconografía estaba basada en las ilustraciones de Gustavo Doré (en casa había una Biblia ilustrada cuyas imágenes me marcaron mucho de pequeño), pero intentaba ser lo más parecido posible al atuendo que Charlton Heston lucía en la peli “Los diez mandamientos”. Con una funda de cama me hice una túnica bastante parecida; era ancha, beige, a rayas, anudada con un cinto o fajín marrón. Por supuesto llevaba careta completa, de anciano de pelo blanco y barba, reutilizando la que saqué cuando iba de científico y que bordaba la apariencia de Heston cuando baja de la montaña. La novedad es que, como no podía ser menos, llevaba unas Tablas dobles hechas de cartón duro, en las que había anotado los diez mandamientos, aunque en versión apócrifa. Entre ellos figuraban, que recuerde:
-Santificarás la siesta.
-No fornicarás a tu padre ni a tu madre.
-No matarás … el tiempo.
-No pronunciarás el nombre de Dios, enano.
-Me amarás a Mí sobre todas las cosas.
El punto estaba en que por la calle, quien creía reconocerme, me preguntaba, y se daba una situación un tanto surrealista. La cosa podía ser algo así:
- ¿Tú eres Moisés, verdad?
- Por supuesto, ¿no lo ves?
- ¿Pero, Moisés, Moisés, el de aquí?
- Claro que soy Moisés, a la vista está.
Como veis, el despiste estaba servido. Aún diciendo la verdad, el interlocutor nunca acababa de estar convencido.
Dejo para cerrar la trilogía otros tres disfraces que me dieron muy buenos ratos y permitieron también el vacile con el personal. Ino hasta salió en el perhoydico.
(Continuará y finalizará)
Es por eso que un año salí de Ruso, en plan Omar Shariff en Dr. Zhivago, y reconozco que era muy convencional y no funcionó muy bien; quizás por eso sería otra noche, en que iba de viejo libidinoso, cuando realmente ligué como un cosaco.
Otra vez, aunque por poco tiempo, porque no había mucho ambiente, salí de Trampero de Connecticut, como los de la canción del Gran Wyoming, pero con careta de indio. La imagen con madelmanes que incorporo permite hacerse una idea y es un nuevo homenaje a los actores vladimirales. (Vladimiral sería un buen nombre para un medicamento).
En un desfile emérito muy en los inicios fui un día de Ducha. Llevaba un alambre circular sobre los hombros y de él colgaba una tela de ducha que me cubría hasta los pies. Por detrás otro alambre vertical sujetaba el tubo y el teléfono por encima de la cabeza. Y para más INRI llevaba unas gafas de buceo, por la cosa de que se me reconociera menos, y un gorro de baño en la cabeza. Ha sido difícil encontrar alguna imagen que dé una idea, porque obviamente las fotos reales, que las hay, no me atrevo a ponerlas. Había que verlo.
También fui una tarde de canasta de baloncesto. Bueno, en realidad era un mix. Yo iba con un chandall y zapatillas de deporte, y la consabida careta; pero llevaba colgada de los hombros, por delante, una tabla pequeña con una canasta, tamaño casi reglamentario, que tenía en el patio de casa para jugar. Por supuesto iba con el balón y la gente me lo tiraba para encestar. De conseguirlo, a algunas les daba un premio. Pero era algo peligroso, porque siempre había quien tiraba demasiado fuerte y hubo más de un golpe bajo, así que reduje las posibilidades de marcar. Como en el caso anterior, las imágenes no pueden sino ilustrar por partes la parida.
Más elaborado, y en la línea que me gusta, estuvo el disfraz de Moisés que saqué un año. Venía a ser una evolución del Savonarola anterior, por cuanto parte del atrezzo era reaprovechado (léase el zurrón con el librito de la Biblia, el flagelo y la cruz con el madelman). Pero el “tipo” era nuevo y de lo más oportuno, ahora explico el porqué. La iconografía estaba basada en las ilustraciones de Gustavo Doré (en casa había una Biblia ilustrada cuyas imágenes me marcaron mucho de pequeño), pero intentaba ser lo más parecido posible al atuendo que Charlton Heston lucía en la peli “Los diez mandamientos”. Con una funda de cama me hice una túnica bastante parecida; era ancha, beige, a rayas, anudada con un cinto o fajín marrón. Por supuesto llevaba careta completa, de anciano de pelo blanco y barba, reutilizando la que saqué cuando iba de científico y que bordaba la apariencia de Heston cuando baja de la montaña. La novedad es que, como no podía ser menos, llevaba unas Tablas dobles hechas de cartón duro, en las que había anotado los diez mandamientos, aunque en versión apócrifa. Entre ellos figuraban, que recuerde:
-Santificarás la siesta.
-No fornicarás a tu padre ni a tu madre.
-No matarás … el tiempo.
-No pronunciarás el nombre de Dios, enano.
-Me amarás a Mí sobre todas las cosas.
El punto estaba en que por la calle, quien creía reconocerme, me preguntaba, y se daba una situación un tanto surrealista. La cosa podía ser algo así:
- ¿Tú eres Moisés, verdad?
- Por supuesto, ¿no lo ves?
- ¿Pero, Moisés, Moisés, el de aquí?
- Claro que soy Moisés, a la vista está.
Como veis, el despiste estaba servido. Aún diciendo la verdad, el interlocutor nunca acababa de estar convencido.
Dejo para cerrar la trilogía otros tres disfraces que me dieron muy buenos ratos y permitieron también el vacile con el personal. Ino hasta salió en el perhoydico.
(Continuará y finalizará)
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viernes, 12 de febrero de 2010
Andanzas y remembranzas carnavalescas, I
Desde el año pasado por estas fechas tenía intención de hacer una pequeña serie de entradas con el tema del carnaval, o al menos mi visión y relación con el mismo. Pero se me pasó el arroz. Y ahora, un año después, me cogen estas fechas con sobrecarga laboral que me impide de nuevo afrontarlo como me gustaría. Pero en fin. Pergeño unas notas sobre algo que pretendía estar más currado y no sé muy bien en qué quedará y si podrá tener continuidad. Vamos allá.
En Norba, desde hace muchos años, el carnaval está de capa caída, y su recuperación parece ya inviable, sobre todo ante la apisonadora pacense. Salir disfrazado en Cáceres supone que te miren como un bicho raro, pues los disfrazados son minoría, y por eso hace muchos años que no salgo. Supongo que inevitablemente la edad también influye.
Pero hubo un momento de recuperación y auge, coincidiendo con Mérida y Badajoz, en los que me sumergí en la fiesta con inusual pasión. Hablo de los ochenta sobre todo, y durante algunas temporadas me lo pasé como los indios. Salía incluso con el mismo disfraz (o distinto) en Norba y Emérita Gusta. La fiesta era un aliciente para pasarlo bien y también para ligar, y más de una vez sucedieron ambas cosas. Qué tiempos.
Conviene aclarar que no soporto el carnaval tinerfeño-pacense de desfiles con bailecitos y trajes de fantasía. Del veneciano ni hablamos. Me aburre solemnemente. El carnaval que me gusta es el de Cádiz, el de las semifinales y la final en el Falla, con el Yuyu, El Love y el Cabra, y sobre todo el Selu pariendo genialidades sincopadas. Cuánto bien ha hecho Canal Sur con sus retransmisiones. Era cita ineludible cada año, cuando había tiempo. Eso sí, aunque valoro el mérito de coros y comparsas, las chirigotas son lo que realmente me interesa, porque cantar las bondades de la ciudad o hacer denuncia social no “pone” demasiado.
La otra aclaración es que me gustaba el disfraz teatralizado, preparado; preparar un personaje y meterse en el mismo para hacerlo eficaz. Para ello era indispensable la careta completa hasta resultar irreconocible y gozar de la impunidad del anonimato. Era la clave para tener libertad de acción y redondear el personaje. De esa forma uno podía hacer el ridículo, vacilarle a algún conocido o montar un número sin tener problemas. Hubo quien me reconoció tras un largo rato dándole la vara, pero en general sólo desvelaba mi identidad a quien me interesaba, y eso era un privilegio.
En Norba, desde hace muchos años, el carnaval está de capa caída, y su recuperación parece ya inviable, sobre todo ante la apisonadora pacense. Salir disfrazado en Cáceres supone que te miren como un bicho raro, pues los disfrazados son minoría, y por eso hace muchos años que no salgo. Supongo que inevitablemente la edad también influye.
Pero hubo un momento de recuperación y auge, coincidiendo con Mérida y Badajoz, en los que me sumergí en la fiesta con inusual pasión. Hablo de los ochenta sobre todo, y durante algunas temporadas me lo pasé como los indios. Salía incluso con el mismo disfraz (o distinto) en Norba y Emérita Gusta. La fiesta era un aliciente para pasarlo bien y también para ligar, y más de una vez sucedieron ambas cosas. Qué tiempos.
Conviene aclarar que no soporto el carnaval tinerfeño-pacense de desfiles con bailecitos y trajes de fantasía. Del veneciano ni hablamos. Me aburre solemnemente. El carnaval que me gusta es el de Cádiz, el de las semifinales y la final en el Falla, con el Yuyu, El Love y el Cabra, y sobre todo el Selu pariendo genialidades sincopadas. Cuánto bien ha hecho Canal Sur con sus retransmisiones. Era cita ineludible cada año, cuando había tiempo. Eso sí, aunque valoro el mérito de coros y comparsas, las chirigotas son lo que realmente me interesa, porque cantar las bondades de la ciudad o hacer denuncia social no “pone” demasiado.
La otra aclaración es que me gustaba el disfraz teatralizado, preparado; preparar un personaje y meterse en el mismo para hacerlo eficaz. Para ello era indispensable la careta completa hasta resultar irreconocible y gozar de la impunidad del anonimato. Era la clave para tener libertad de acción y redondear el personaje. De esa forma uno podía hacer el ridículo, vacilarle a algún conocido o montar un número sin tener problemas. Hubo quien me reconoció tras un largo rato dándole la vara, pero en general sólo desvelaba mi identidad a quien me interesaba, y eso era un privilegio.
De los primeros tiempos en Mérida mi mejor recuerdo es un tipo de monje a lo Savonarola, con hábito ceñido por una cuerda y capucha, y con careta de loco. Me aprendí pasajes enteros de “El nombre de la rosa”, que entonces estaba en pleno auge, y en especial los fragmentos en que Jorge de Burgos comentaba los males que trae la risa. Me los sabía enteritos, y todo ello iba mezclado con textos jesuíticos condenatorios y amenazantes, del tipo “Iréis a parar al lugar donde es el llanto y el crujir de dientes…” o profecías de lo más insólito. Recuerdo nítidamente ponerme a demonizar en coña al mismísimo Rodríguez Ibarra, que estaba viendo el desfile, alucinado ante mi verborrea. En un zurrón de piel marrón llevaba un libro real de evangelios, que interpretaba a mi modo, un rosario tomado prestado de mi tía, y un crucifijo con un madelman desnudo clavado, premonitorio de los actores fílmicos blascavecanos, más un latiguillo hecho con tres cuerdas con las que me flagelaba y flagelaba a los adyacentes. Condené al infierno a medio Mérida y aleccioné al otro medio. Acabé medio afónico, aunque medeció la pena.
Una mañana aparecí de explorador, con Sarakov y todo, y en pleno mediodía crucé la Plaza de España llevando planos, lupa, metro, anteojos, inspeccionando el terreno y tomando medidas, muy serio, muy concentrado y metido en el papel. De vez en cuando levantaba la cabeza, miraba hacia un punto y me dirigía hasta allí volviendo a investigar. Esta vez no hablaba con nadie, yo iba a lo mío, y acabé teniendo detrás una fila de 10 o 15 personas y niños siguiéndome. Nadie supo nunca qué es lo que llegué a descubrir, pero desdentonces conozco la plaza como nadie.
Pero uno de los mejores años fue cuando acompañado de otros dos íntimos nos disfrazamos de Científicos locos. Una careta era una caricatura perfecta de Einstein y las otras dos de ancianos de barba blanca, en la misma línea. Vestíamos bata blanca, y llevávamos anteojos, bolígrafos y carpeta con papeles diversos. La carpeta era como los bolsillos de la gabardina de Harpo Marx: de ahí podía salir de todo. Yo llevaba hojas en blanco para rellenar en el momento con paridas varias, y otras ya preparadas entre las que figuraban algunos de los “Objetos imposibles” de Carelman, que requerirían casi un introito propio (intentad repetir varias veces “introito propio” y veréis qué pasa). Quizás no lo conozcáis, pero eran geniales. Cuando pueda escaneo imágenes y le dedico un introito propio, que lo merece. Además en la carpeta mágica llevaba diversos inventos, y destaco un par de ellos: el primero era una mesa sin patas, para que no molesten en las reuniones de amigos, familiares o bodas (¿a vosotros no os toca siempre la budha pata?); y el segundo una pastilla de jabón con muelle, para recuperarla cuando se te cae en la ducha; pero además era una pastilla de jabón con orejas, que te permitía hablar y desahogarte, en la seguridad de que la pastilla te escuchaba atentamente. Habíamos conseguido incluso desarrollar las fórmulas químicas del alcohol etílico y la composición química del cubata, que poníamos en la barra pidiéndole al camarero “tres de esto”, ante el estupor del menda, que no sabía qué hacer.
Era un disfraz que nos permitió vacilar a la gente, conseguir que sonrieran y hacerlo nosotros también.
Era un disfraz que nos permitió vacilar a la gente, conseguir que sonrieran y hacerlo nosotros también.
(Lo dejo aquí, qués muy tarde. Continuará…)
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martes, 9 de febrero de 2010
" ESENCIAS DEL TAJ MAJAL ". COMPARSA LOS SUREÑOS
El Taj Mahal (hindi : ताज महल, urdu : تاج محل; pronunciado /tazh majál/ /tɑʒ mə'hɑl/) es un complejo de edificios construido entre 1631 y 1654 en la ciudad de Agra, estado de Uttar Pradesh, India, a orillas del Yamuna, por el emperador musulmán Shah Jahan de la dinastía mogol. El imponente conjunto se erigió en honor de su esposa favorita, Arjumand Bano Begum — más conocida como Mumtaz Mahal — quien murió dando a luz a su 14ª hija, y se estima que la construcción demandó el esfuerzo de unos 20.000 obreros.
El Taj Mahal es considerado el más bello ejemplo de arquitectura mogola, estilo que combina elementos de la arquitectura islámica,1 persa,2 india e incluso turca.3 El monumento ha logrado especial notoriedad por el carácter romántico de su inspiración. Aunque el mausoleo cubierto por la cúpula de mármol blanco es la parte más conocida, el Taj Mahal es un conjunto de edificios integrados.
HEMOS PASADO A LAS FINAL!!!! EL JUEVES ACTUAMOS A LAS 1 DE LA MADRUGADA, TELEVISADO POR CANAL EXTREMADURA TV
El Taj Mahal es considerado el más bello ejemplo de arquitectura mogola, estilo que combina elementos de la arquitectura islámica,1 persa,2 india e incluso turca.3 El monumento ha logrado especial notoriedad por el carácter romántico de su inspiración. Aunque el mausoleo cubierto por la cúpula de mármol blanco es la parte más conocida, el Taj Mahal es un conjunto de edificios integrados.
HEMOS PASADO A LAS FINAL!!!! EL JUEVES ACTUAMOS A LAS 1 DE LA MADRUGADA, TELEVISADO POR CANAL EXTREMADURA TV
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